Three – Four – One. Parece un código secreto o la denominación del típico avión norteamericano en el que Harrison Ford tiene que salvar como Presidente de EEUU a sus pasajeros o un grupo de personas infelices que acaban “Lost” en una isla mágica.

Pero no es más que el nombre de un autobús que transporta al día cientos de pasajeros desde Conde de Casal hasta Velilla de San Antonio pasando por Mejorada del Campo. Y esto no es la televisión, sino la realidad.

Aún sin mi coche, el pasado lunes emprendí otro curso gratuito en la Escuela Superior de Formación. Esta vez de inglés. El segundo día tuve que faltar. Tenía una entrevista para vender contratos de una conocida compañía energética a la que acudí a pesar de los sabios consejos de mi admirada Maruja Torres en El País Semanal: “Por mi experiencia, uno aprende a odiar a la mencionada compañía. Se muestran groseros y perdonavidas. A la gente la ha acostumbrado a abrirse camino a puñaladas en la jungla por un triste jornal o una triste comisión. Les dan cursillos de motivación y agresividad. Y luego los lanzan a la caza”, escribió la famosa periodista en su columna.

Y tenía razón. Sin sueldo fijo, trabajaría desde las 8:00 hasta las 19:30 de la tarde, un periodo en el que recibiría el cursillo (ellos lo llaman de formación) y los consejos de un coordinador para después soltarme a la caza (ellos lo llaman trabajo). Así que desestimé esta posibilidad menospreciando mi acuciante deseo de abandonar el paro de una vez.

Después de finalizar una licenciatura de periodismo, estudiar y trabajar durante tres meses en el extranjero, realizar un máster y cuatro cursos de formación desde junio de 2010, estaba dispuesto a aceptar cualquier cosa, pero anhelaba una oferta que me permitiera crecer como periodista y como persona. 

34110_405607123381_643628381_4416264_7954090_n
Graduación de periodismo en la Facultad Ciencias de la Información de Madrid. Junio de 2010.

Y llegó. Recibí la propuesta en la mañana del jueves para realizar la entrevista esa misma tarde. Me preparé física, pero no psicológicamente. No pude ni mirar la página Web de la empresa por falta de tiempo, pero sí asumir una postura: la de la sinceridad. No me hizo tomar falta la pastilla (veritaserum) que el profesor Snape tenía en la saga Harry Potter para obligar a los alumnos a decir la verdad.

Dije que aportaría mi ignorancia secundado por la frase célebre de este blog: «aprendiz de todo, maestro de nada». Que acudiría al «efecto esponja» para absorber todos los conocimientos y así aportar mi creatividad, dinamismo, perseverancia y la versatilidad en el trabajo en equipo. Yo soy quién mejor conoce mi DAFO, mis puntos fuertes y débiles.

De esta forma, salí contento y tranquilo de la entrevista. Mi madre, que me esperaba en un centro comercial, aún más. Encontró un vestido caro en oferta y ya tenía algo que ponerse en ese encuentro social a veces tan tedioso conocido como boda. Además, apreció un brillo optimista en los ojos de su hijo. 

Al día siguiente, me despedí de mis compañeros de inglés, subí al 341 y, aunque ya no necesitaba el billete sencillo para pedir la beca de transporte del curso, lo guardé como de costumbre. Me senté en mi parte favorita del autobús, cuatro asientos que emulan la cabina de una noria. Apoyé los pies en el asiento y miré al paisaje casi desértico.

De repente, a un kilómetro de Mejorada del Campo, tuve una llamada. El tono «I Like it» de Enrique Iglesias sonó enérgicamente. Y como Charlie y la fábrica de chocolate, recibí un billete para cumplir un sueño, para hacer algo que llevaba deseando hace mucho tiempo, un ticket para ser feliz.

Han pasado dos semanas de un accidente en el que choqué contra la cobardía, la confianza y el respeto. No sé si es cosa del destino, pero el viernes fue el día en el que volví a sonreír. Y como nunca.

p1010039
Ticket del 341

No he creído oportuno dar detalles del trabajo. No sé cuando tiempo estaré ni si responderé a las expectativas. Sólo sé, que esta oportunidad, «mi oportunidad» como dijo mi brother Pablete y la canción que me dedicó de Taxi, es la de todos aquellos compañeros del periodismo (y en general) que luchan por hacerse un hueco en un momento tan complicado. No lo dudéis, el trabajo de un parado es buscar trabajo y para ello hay que insistir, formarse y sobre todo, ser vosotros mismos.