Una historia entre Marco Simoncelli, Antoñete y la vida
Vamos. Reconozcámoslo. Nos gustan las noticias que pertenezcan a la triada de las “tres eses”: sangre, sexo y sudor (deporte). Si no, ¿cómo se explica que las noticias más leídas sean la desgraciada muerte del piloto Marco Simoncelli, el juicio del caso Marta del Castillo o las meteduras de pata de los famosos en Twitter? No digo que no sean interesantes e impactantes, pero sirven de cortina de humo para otras que nos afectan aún más. Como dijo Noam Chomsky, lingüista, filósofo y activista estadounidense a quién admiro cada vez que le recuerdo, hay que controlar y distraer al “rebaño desconcertado”.
Por algo creé y creo en este blog, Lagunas del periodismo. Para reflexionar y aportar nuevas temas y nuevas perspectivas. Y en este artículo, en principio algo enrevesado, el protagonista será el tabaco, la velocidad del tabaco.
Cuando recibí la noticia del trágico accidente de Simocelli, gracias al móvil de Pablinaitor, estaba tomando unas cervezas postpartido con Parásitos, un equipo de fútbol algo caótico pero luchador al que tengo la suerte de pertenecer. Desde entonces, me reafirmé en la idea de que hay que amar mucho, muchísimo a las motos para tener el valor de montarse en una de ellas y circular ya sea en competición, como en la vida cotidiana. ¿Qué se siente? Velocidad, libertad, autonomía, poder. No lo sé, ni lo quiero comprobar. Respeto mucho a la carretera, como los motociclistas, indudablemente, pero por muchas hondas y suzukis que haya, veo a un vehículo inestable, inseguro y débil a cualquier impacto. Apunten la primera palabra clave: velocidad.
De ahí pasamos a Antoñete. No me gustan los toros ni lo que se hace con ellos, pero tampoco me considero un activista nato para erradicar este supuesto “arte”. Y es que, la muerte del torero Antoñete me hizo reflexionar. “Le mató el toro del tabaco”, leo en algunos periódicos. Era una excusa perfecta para incidir en los peligros del hábito de fumar, pero los medios de comunicación prefirieron recordar a Antoñete en sus mejores momentos, como un tipo increíble, ¡un maestro! En vez de un inconsciente que prefirió irse de este mundo por el simple hecho de fumar. Y perdón por lo de inconsciente. Apunten la tercera palabra: tabaco.
Como Antoñete, 55.000 personas al año fallecen en España (y 5 millones en el mundo) a causa de esta droga, dejando atrás familias, proyectos, futuro. Yo mismo no conocí a mi abuelo paterno, pues falleció en 1986 a los 57 años de edad. “Le ha matado el tabaco”, confesaron los médicos a mis padres.
Ya sé que no estoy descubriendo el mundo con estos datos. Pero una vez leí eso de que “no aprendemos nada nuevo, simplemente se recuerda”. Con esta máxima, es necesario concienciar que el tabaco representa un problema de salud pública por varias razones: produce daños a terceros (fumadores pasivos), ocasiona enfermedades, perjudica al medio ambiente (es curioso, pero nadie critica la tala de árboles en este sentido o el desecho de colillas) y supone un tremendo gasto económico.
¿No os dan ganas de pegar una bofetada a los niños-adolescentes para los que un cigarro es como una rama de bambú de tamaño para los adultos? Supongo que, en general, no. Y es que, como está demostrado, los primeros fumadores nacen a los 13 años, una edad en la que queda un patrón de conducta establecido: fumo. Y si no fumo tengo síndrome de abstinencia.

¿Cómo es posible que la industria tabacalera utilice alrededor de 84000 millones de dólares al año en publicidad? (5000 veces más del dinero del que dispone la Organización Mundial de la Salud en la lucha antitabaco). En el fondo, admiro a esta industria, una de las más poderosas junto con la armamentística, porque cuando le aprietan por un lado, como a un globo, se hincha por otro. Si le prohíben mostrar su producto en los medios de comunicación, acude a la publicidad encubierta o, por ejemplo, a los pitillos light, que, a pesar de contaminar lo mismo, llenan los bolsos de las mujeres, ya que el género femenino tiene una percepción del riesgo mayor que el hombre.
¿Qué se puede hacer contra un producto que tiene entre alrededor de 4500 sustancias? Pensar en el futuro. El tabaco ya no requiere un análisis de situación. Sabemos de él que es la droga más adictiva (con un 32%), que destroza familias y que da sentido a la existencia de la Neumología, una especialidad médica encargada del estudio de las enfermedades del aparato respiratorio que, sin embargo, los expertos se plantean cambiar por el término Tabacosis. La esperanza reside en aumentar el precio del tabaco (España es uno de los países de la Unión Europea donde se compra más barato), establecer leyes y más leyes para dificultar su consumo y mostrar a los políticos el movimiento social para recordar, constantemente, que en España muere una persona por fumar cada 6 horas: la velocidad del tabaco.
La vida es muy corta para acortarla. Apunten la tercera palabra: VIDA.
Los niños de 0 a 7 años aprenden muchos conocimientos y hábitos mediante la observación. Prohibir fumar en espacios públicos ha sido un gran paso. No se pierdan el siguiente vídeo:
Estoy de acuerdo en casi todo, querido Diego. Pero no estoy de acuerdo en lo de encarecer el tabaco. El 85% de lo que yo pago por un paquete e tabaco se lo lleva el Gobierno, ése que nos dice que dejemos de fumar, que destina una mísera parte de lo que gana en grupos de ayuda, que prohíbe la venta en determinados lugares, como gasolineras, para más tarde volver a permitir su venta al ver que están perdiendo dinero.
Que el tabaco sea más caro no hará que haya, sustancialmente, menos fumadores. La solución es que se invierta dinero para ayudar a esos fumadores creados por la sociedad del consumo. Yo intenté dejarlo el año pasado con la «ayuda» de mi médico de cabecera de la Seguridad Social. Y digo «ayuda» porque para él esta palabra significaba que yo tenía que gastar cerca de 500 euros en un tratamiento que no sabía si iba a dar sus frutos. El resultado, más ansiedad al ver que no lo conseguía y que estaba gastando un dinero que no tenía en nada. Mi médico es el Presidente de la Asociación Española contra el Tabaco.
Subir el precio del tabaco es lo mismo que prohibir, es dejar que los ricos sigan fumando mientras yo tengo que hacer mis cigarros con una máquina que ha salido el mercado para este uso. Si a un alcohólico (del alcohol nunca se habla) le subes de manera deshorbitada el precio del alcohol, no harás que lo deje, sino que entre en un estado de pánico, de ansiedad, que haga que su consuta sea impredecible. Que robe y que agreda para conseguir lo que quiere.
La única solución es la ayuda, te lo aseguro…
¡Hola Andrés! Muchas gracias una vez más por pasarte por aquí. Yo tampoco compartía en un principio la decisión de aumentar el precio del tabaco y cuando le preguntas a un fumador te suele dice: «da igual, si sube seguiré fumando». Pero en una clase que tuve en el curso con Mª Ángeles Planchuelo, Presidenta del Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo, nos hizo saber que esa es la solución más efectiva para reducir el número de fumadores.
Reconozco que es un artículo un poco delicado porque dejar de fumar es algo (por lo que me dice la gente que conozco) muy difícil (un profesor me dijo que es más complicado cambiar de hábitos que de religión) y he querido centrarme algo más en los niños y adolescentes que empiezan a fumar.
En cuando al Gobierno. Al gobierno no le interesa que la gente fume. Es más barato dejar fumar que después erradicar todos los problemas de salud que produce. Ahora si, estoy totalmente de acuerdo contigo en que la solución debe ser, por encima de todo, la ayuda. Yo he querido centrarme un poco más en la prevención.
Un abrazo compañero!