En un nuevo artículo de lagunas del periodismo se empleará la táctica de “escribir dormido”. Y todo, gracias a los sueños.
El otro día soñé con una mujer coetánea, de cabello largo, liso y una expresión tan natural cuyo magnetismo me invitó a no despertar. Aunque no la conocía tuve la sensación de saber todo sobre ella. Se sentó a mi lado y, parafraseando como pudo en español, me pidió si podía apoyar su cabeza en mi hombro. Yo, entumecido, le propuse un abrazo. Y accedió sonriéndome beatíficamente.
Fue el abrazo más largo, sincero y especial que he tenido en mi vida. Sentí su perfecta respiración y una sensación de comodidad y armonía que me impulsó a soñar en el mismo sueño –curioso pleonasmo- con sus largas y loables manos.
Al despertar –además de dar un puñetazo a la almohada- reflexioné con esa inevitable fantasía recordando mis cortos pero fructíferos meses en la Cadena Ser. En una tarde veraniega tuve la oportunidad de entrevistar a una experta en sueños quien, en antena, me dijo: “Diego, ¿Qué soñaste ayer?”, a lo que contesté, “La verdad es que no suelo soñar”. Ella, con recursos para todo, añadió: “Bueno, imagina que estás en época de exámenes y sueñas con una calabaza. Eso significa que suspenderás alguno de ellos”.
Mientras recuerdo las risas que produjo este comentario en el estudio, me pregunto qué diría la experta sobre el primer párrafo de este artículo. Aunque lo poco que sé de psicología lo aprendí en una optativa de bachillerato y en las tardes que Tony Soprano pasó en la consulta de la Dra. Melfi, me atrevo a hacer una interpretación de mi último sueño.
Abrazar es uno de los actos más bellos que existen siempre y cuando se haga con sinceridad. Dicen que alarga la vida, transfiere energía y proporciona bienestar físico y emocional. Por eso sonrío cuando veo abrazados a mis abuelos, saludo y me despido de esta forma de mis amig@s o veo iniciativas en la calle como: “Regalo abrazos”.
En este caso hablamos de un abrazo recíproco producido en un sueño entre dos personas que, a priori, no se conocen. Lo primero que pensé fue: “añoranza, deseo, mujer extranjera, bella…”. Palabras aisladas a las que no conseguía poner un orden. Por eso, buscando respuestas en Internet (que ironía), me doy cuenta de que hay pocas referencias sobre el abrazo de una desconocida. Lo único que consigo son dos palabras: “Buen presagio”. Prefiero no seguir buscando.