Un repaso a mi viaje en Malasia e Indonesia en mayo de 2016
Kuala Lumpur (Malasia). 7 y 8 de mayo
La humedad de Kuala Lumpur me recordó a las vacaciones de 2003 en Oropesa del Mar (Castellón), donde pasé uno de los veranos más calurosos de la historia.
Malasia, según nos contó Peter, el taxista del aeropuerto, se caracteriza por mezclar tres culturas: la malaya – mayoritariamente musulmana-, la china y la hindú, lo que le convierte en un país lleno de contrastes. Desde las omnipotentes Torres Petronas, llamadas coloquialmente allí «Torres Gemelas», al Helipuerto donde tomamos unas cervezas para disfrutar de las mejores vistas de la ciudad, y siguiendo por algunas calles sin asfaltar, llenas de puestos ambulantes y edificios de dudosa construcción. Una mezcla de ciudad desarrollada y por desarrollar.

El día y medio que pasamos en Kuala Lumpur nos dio para poco más, aunque destacaría nuestra visita a las cueva de Batu, a la que nos desplazamos en Uber y donde empezamos a entender que éramos diferentes, ya que algunos lugareños se quisieron hacer fotos con nosotros, concentrados en ese momento para que los monos no nos robaran las mochilas.

Langkawi (Malasia), 9 al 11 de mayo
Aterrizar en Langkawi es algo parecido a la mítica escena de Parque Jurásico al llegar a la isla, solo que en vez de hacerlo en helicóptero y con la banda sonora de John William, yo lo hice en avión y escuchando un documental sonoro sobre Gladiadores.

El primer día subimos a lo más alto de la isla en teleférico (Langkawi cable car). Por suerte, el cielo estaba despejado y pudimos apreciar la riqueza natural de Malasia, preguntándonos desde la lejanía, si el hombre había puesto su pie en zonas tan agrestes y salvajes.

Después de esta excursión, hubo tiempo para degustar los cocktails y zumos tropicales de la zona en dos bares muy aconsejables: El Mali Mali, y el Thirsday. Apuntad si váis. Y abrid bien los ojos, ya que de camino al hostal nos encontramos con cosas tan increíbles como a un abuelo con sus cuatro nietos subidos en una moto pequeña, quien amablemente nos indicó el camino en medio de la oscuridad.
El día siguiente, el último en Langkawi, hicimos la excursión Mangrove, que incluye un viaje en lancha para conocer islas vírgenes donde los monos, ante la falta de alimentos en los árboles, nadan para pescar cangrejos, una visita a una cueva llena de murciélagos y a una piscifactoria en la que se podía meter el brazo entero en la boca de una raya de más de 100 kilos. Aunque lo que más me sorprendió fue como el Capitán de la lancha era capaz de visualizar desde la lejanía a serpientes bien camufladas entre las ramas.
Penang (Malasia), del 11 al 12 de mayo
Pengang fue posiblemente el sitio menos turístico del viaje, aunque descubrí la riqueza de la gastronomía hindú en un sitio donde tuvimos que comer con las manos, el sueño de cualquier niño.

Comida hindú en Penang
Por desgracia, apenas atendí en el free tour para conocer la ciudad debido a las altas temperaturas, pero en un momento de lucidez escuché que el arte callejero de Penang -cuyo nombre viene de una fruta- fue iniciativa de un artista lituano hace más de 10 años.

Arte callejero en Penang
Nuestra última parada en la ciudad fue en Penang Hill, donde hay unas vistas espectaculares. Subir fue sencillo, gracias a un innovador tren-teleférico en el que me enamoré de los ojos de una joven con rasgos árabes, aunque más tarde me dijeron mis amigos que llevaba lentillas, toda una decepción para mi; ¡los ojos son el espejo del alma! Pero bajar a pie fue otra historia.
De todas formas, mereció la pena. Sobre todo por la charla que un hombre nos dio desinteresadamente de su religión en un templo hindú. Cómo Shiva representa en la foto el baile del universo, intentamos hacer lo propio en la foto.

Bukit Lawang (Indonesia), una experiencia inolvidable. Del 11 al 14 de mayo
El hecho de tener 6 horas de retraso en nuestro vuelo a Medán (Indonesia) con un trekking duro al día siguiente en la selva, bajaron un poco los ánimos del grupo, inconscente en ese momento de todo lo bueno que estaba por venir.
Los dos días que pasamos con nuestro guía Johnny (clavado a Mowgli) en la selva de Bukit Lawang fueron impresionantes e inesperados. Vimos 11 orangutanes salvajes; «a ese le he visto 6 veces en 10 años» me dice Johnny, y cuatro especies de monos distintas.
En el camino hasta el campamento comí la piña más rica del mundo y nos echamos unas risas viendo cómo los guías indonesios intentaban imitarme haciendo el caballo (el propio Johnny me envió un audio al Whatsapp relinchando días después para ver si mejoró su técnica). Ellos, a cambio, nos enseñaron unas cuantas palabras en su idioma y esta canción:
Jungle trek, Jungle trek
In Bukit Lawang
See de monkeys, see the snake
See the orangutan
Ey!
Una vez el campamento, se puede decir que el esfuerzo tuvo su recompensa. Nos trataron como a reyes, con una cena exquisita y al lado de un río salvaje cuya corriente hacía muy difícil el tomarse un baño, menos para los guías, que se movían como pez en el agua a la vez que fumaban como carreteros. «El tabaco aquí es muy barato. Menos de 1€ la cajetilla», comenta Johnny, que conforme fuimos ganando confianza nos contó la anécdota más divertida del viaje: «hace dos años ligué con una holandesa y era mi primera vez, por lo que cuando fue a meterse mi banana en su boca la pegué un manotazo pensando que me iba a morder como los monos».

Tras pasar la noche casi en la intemperie, nos bañamos en una cascada antes de bajar al pueblo haciendo rafting en unos flotadores enormes. Tanto Johnny como Jimmy, los más «salaos» de los guías, nos maquillaron con arcilla de las piedras y nos vistieron al más puro estilo hawaiano.
Del 16 al 18 de mayo. Isla Gili Trawangan (Indonesia)
Tras pasar la noche en Bali, donde solo nos dio tiempo a ver el barrio de Kuta (similar a Benidorm), cogimos un barco rumbo a la isla Gili Trawangan. A diferencia de Langkawi, Gili es mucho más paradisiaco, con un ambiente festivo y más internacional.

Tuvimos la oportunidad de conocer a varios estadounidenses que, como otras personas de Alemania o Australia, dedicaban un año sabático a viajar por Tailandia, Camboya, Vietnam, Malasia e Indonesia. Toda una aventura enriquecedora que desgraciadamente no nos podemos permitir en España.
Uno de esos afortunados estadounidenses, de San Francisco, nos contó en el viaje de vuelta a Bali que al ser su cumpleaños, en un curso de buceo scuba, la monitora le dio un beso en la boca debajo del agua para felicitarle. Bonito, ¿verdad?
Aunque hicimos una excursión de Snorkel, desgraciadamente ninguno de nosotros vivió una historia parecida. Pero nos hartamos a ver atardeceres, a bailar por la noche con unos indonesios y a matar cucarachas en el albergue.

Del 18 al 21 de mayo. Ubud, pueblo de Bali (Indonesia)
Para la última etapa del viaje, la más sagrada, contratamos a unos guías (un matrimonio y su sobrino) que a cambio de un buen precio nos enseñaron muy bien Ubud. Disfrutamos de la Danza Barong y de parte de los más de 10.000 templos hinduistas de la zona; de ahí a que se conozca a Bali (que en indonesio significa «ofrenda») como la Isla de los Dioses. No en vano, destaca que aunque el 90% de Indonesia es musulmana, en Bali, en cambio, el 80% de sus habitantes son simpatizantes del hinduismo.

No es de extrañar que Bali signifique «ofrenda», ya que es difícil no toparse con alguna en cualquier parte: tiendas, coches, árboles y por supuesto, templos. Esta tradición es considerada como un símbolo de piedad y gratitud.

También tuvimos tiempo de descubrir, gracias a los guías, cómo vive una familia típica en Bali. Es raro no ver un pequeño templo en cualquier casa de clase media e incluso algunas de ellas se permiten vender Café Luwak, es decir, el más caro del mundo y que es obtenido de granos que, tras ser ingeridos por la Civeta, pasan por su tracto intestinal y son expulsados entre sus heces. El precio de un vaso ronda los 3.50€ y para mi gusto es más fuerte de lo normal y un poco afrutado. Merece la pena probarlo.

Lo último que destacaría de Ubud, además que es de los pocos sitios donde tuvimos oportunidad de comprar algún detalle, son sus gigantes campos de arroz. Al más puro estilo de la película de «El Último Samurai». Sin embargo, en la última noche de nuestro viaje, no fue arroz lo que cené en Fair Barung Bale, un sitio para cenar altamente recomendado en Tripadvisor y por nosotros. El dueño es un suizo afincado en Indonesia desde hace años que invierte una gran parte de los ingresos del restaurante a su ONG. Una labor social encomiable.

Conclusión
Me acuerdo de hablar con Javi, uno de mis compis de viaje y a quién por cierto rompí sin querer un diente en una fiesta en la selva, que este viaje sería muy reflexivo para tomar decisiones en España. Pero vi tantas cosas, era tan diferente todo aquello, que acaparaba toda mi atención y esa curiosidad infantil que creí perdida.
Si he publicado este post un mes después, fue porque sucedió algo inesperado. Al regresar a Madrid, debido a una reestructuración laboral, perdí mi puesto de trabajo. Y aunque al principio me entristecí, ya que han sido tres años dando mi mejor nivel en la empresa para ser despedido de esa forma, he de decir que estoy feliz. Quién sabe, quizás es la magia de Malasia e Indonesia que empieza a tomar decisiones por mí. Ahora es mi turno. Terima kasih! o en Indonesio, ¡muchas gracias!
Agradecimientos
Un viaje se recuerda para siempre no solo por el sitio que visitas, sino por la gente con la que vas. Y en este caso, no puedo estar más agradecido a Carlos, por acogernos, aconsejarnos y acompañarnos, a Inés, por guiarnos la mayor parte del tiempo, a Ana, con Inés la gran tesorera del grupo y la número uno en fotografía y a Javi, por su paciencia conmigo todo el tiempo y por invitarme a unirme en esta aventura. Gente TOP!