«Me preocupa que se nos olvide escribir». Son palabras de mi profesor de Agencias de Noticias en cuarto de carrera de Periodismo. Hablo de 2009 y por entonces España no era el país europeo con mayor grado de penetración de Smartphones. Un lustro después nos encontramos con un padre indignado que ha querido compartir una foto de un libro de texto en 5º de primaria. En él simplemente se enseñaba a escribir mal. 

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¿Cómo escribir mal?

Continuando con esta reflexión, antes de que entrara en las garras del Whatsapp allá por 2012, me fui de cañas con mis compañeros de trabajo y descubrí que crearon un grupo sólo para cotillear las anécdotas de la tarde. Llegué a casa indignado, preguntándome si paulatinamente estábamos perdiendo el contacto entre los seres humanos o si era yo el que no se había sumado al progreso. Quizá esté falta de cariño, quizá no me encuentre en mi mejor momento o siga sin alcanzar la madurez que exige la sociedad, pero dos años después pienso lo mismo. Qué alegría cuando una amiga del máster me envía una notita en clase con esa letra imperfecta y personal, qué enternecedor cuando mi prima pequeña me abraza y mientras me mira a los ojos insiste en a qué vamos a jugar y qué rápido pasa el tiempo con buena compañía en un bar de Jazz.

Y qué gilipollas puedo llegar a ser. Porque estoy criticando no sólo una actitud, sino un sector en el que me estoy especializando: el digital. No hago más que quejarme de la tecnología y sin ella no podría realizar mi trabajo ni contaros mis historias en Lagunas del periodismo, que ya van por 50. Pero siempre me quedará el sol. Tendré que pedir permiso a Ángeles Durán, una gallega que en 2010 registró ante notario el astro rey, el chillido del hombre mono y los tonos telefónicos.

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Ángeles Durán, la dueña del Sol

El tono se lo puede quedar y el chillido de Tarzán ya veremos, pero por el Sol lucharía incluso con el Dios Ra. Porque la app de la linterna no lo puede sustituir ni cualquier invento del siglo XXII. No puedo decir lo mismo de las relaciones personales. Theodore (Joaquin Phoenix), el protagonista de la película HER, lo reflejó muy bien al enamorarse de un sistema operativo cuya voz era de Scarlett Johansson (Samantha). Ambos dejaron un diálogo para la historia:

¿Hablas con alguien más mientras tú y yo hablamos?
-Sí.
-¿Estás hablando con alguien más en este momento? Personas, SO, lo que sea…
-Sí.
-¿Con cuántos más?
-8.316.
-¿Estás enamorada de alguien más?
-¿Por qué preguntas eso?
-No lo sé. ¿Lo estás?
-He estado pensando cómo hablarte de esto…
-¿De cuántos otros?
-641.

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Theodore en HER

Theodore no llegó a ver a Samantha pero la sintió desde el primer día. Por eso creo que me he equivocado, ya que aunque critique que estamos perdiendo el contacto personal, no puedo tocar el sol. Pero le siento y le necesito. Theodore tenía razón.

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