En pleno siglo XXI hay hombres cuyo estilo de vida se ha congelado en el tiempo. Concentradas sobre todo en el Amazonas, decenas de comunidades viven apartadas de Occidente. Son las tribus perdidas
¿Te acuerdas cuando teníamos dudas? Es una frase que un colaborador de Milenio 3 (Cadena Ser) utilizó para hacer referencia a la dependencia que tenemos, cada vez más preocupante, de la tecnología. No importa si no recordamos el nombre del artista que compuso tal canción o si olvidamos la calle donde se vendían esos crepes tan deliciosos, el móvil lo hará por nosotros en cuestión de segundos. Gracias a este aparato nos movemos como pez en el agua. Puede controlar nuestro sueño e incluso las calorías que gastamos al andar. Pero si nos lo quitan o simplemente se le acaba la batería, sufriremos ansiedad, estrés o alteraciones del estado de ánimo según los últimos estudios.
La misma sensación tenemos cuando estamos en la jungla. Aunque nuestros descendientes provienen de ahí, nos movemos con torpeza en un ámbito donde no importa un móvil con su equipo al completo, sino las habilidades puramente humanas. Construir una balsa, degollar un animal o preparar una hoguera. Ahí somos desorientados, dependientes y débiles por naturaleza. Véase la Guerra de Vietnam (1955 – 1975), donde Estados Unidos no sólo se enfrentó a un país, si no a un enemigo más peligroso: la selva.

Y es que, en un mundo donde el ser humano de Occidente ansía tener y controlar todo, hay cosas que aún se nos escapan. Sabemos que hay grandes almacenes, rascacielos y vehículos en todos los países, pero a día de hoy, en pleno siglo XXI hay corazones latiendo que no conocen estos progresos y que llevan un estilo de vida similar al del Paleolítico. Hablamos de unas comunidades cuya única responsabilidad es su propia supervivencia con lo que la naturaleza les ofrece. Exentos del uso del móvil, el ruido de un avión o la prensa rosa. Son las tribus perdidas, los últimos hombres libres del paleolítico. Un viaje a la prehistoria.
La película Avatar, de James Cameron, motivó a muchas personas a investigar más sobre las tribus perdidas según un estudio confirmado por el programa de misterio Milenio 3 (Cadena Ser). Pero este tema ha apasionado a miles de personas a lo largo del último siglo que incluso han dado su vida por llegar lo más lejos posible.

Entre esos exploradores se encuentra el antropólogo británico Oliver Byron Borough. En 1978 Byron se adentró en la zona selvática de la frontera entre Ecuador y Perú con el objetivo de descubrir las tribus. El inglés consiguió contactar con una de ellas y no se le volvió a ver. Según las teorías más extendidas, le consideraron como un enemigo y fue ejecutado.
El último explorador célebre que pasó a formar parte del extenso elenco de exploradores perdidos fue el biólogo noruego Lars Hafskjold, quien intentó buscar con ahínco la tribu de los Toromonas en Bolivia, cuya existencia se tiene constancia desde el siglo XVI. Una vez en la selva, Lars decidió continuar su aventura sin su acompañante y desapareció. Las hipótesis apuntan a un secuestro, accidente en el río e incluso a que pasó a formar parte de los Toromonas como sacerdote blanco.
La tribu más famosa. El caso de los sentinel
El terremoto del océano índico en 2004 dejó muchas fotografías. Personas, hogares y pueblos arrasados coparon las portadas de los periódicos. Sin embargo, hay una imagen que conmocionó a todo el mundo: el retrato de los sentineles. Alejados del mundo exterior durante 60.000 años, esta tribu fue fotografiada por un helicóptero que sobrevolaba las islas de Andamán. Los sentineles, sorprendidos por ese invasor de hierro, respondieron con flechas ante el asombro de los pilotos.

Resulta inverosímil que en un mundo que creemos totalmente controlado, sigan habiendo alrededor 150 grupos en diferentes rincones del mundo que no saben nada del hombre occidental.
Perfil de los indígenas
Carlos Llandres, quien fue colaborador de la mítica serie “El hombre y la tierra”, dirigido por Félix Rodríguez de la Fuente, es un experto en los misterios que contiene la selva. Llandres tuvo la oportunidad de contactar con ese otro mundo y en la primera vez que intercambió conocimientos con una cultura primitiva, aseguró que se convirtió en otra persona. “Si quieres saber quién soy. Si quieres saber qué conozco, olvídate de quién eres y olvida lo que sabes porque si no vas a seguir pensando de nosotros que somos de una forma determinada. Quédate en blanco y te podemos enseñar quiénes somos”. Cuando Llandres escuchó estas palabras del Chamán y olvidó todos esos prejuicios, descubrió que las personas que formaban estas comunidades eran gente maravillosa e idénticas a nosotros en un entorno diferente. Sin embargo, también pueden ser feroces por la amenaza de mercenarios en búsqueda de oro y diamantes en estos territorios vírgenes. Riquezas que les pertenecen y que la codicia de occidente les intenta arrebatar. Para defenderla, los indígenas se mueven invisibles en la selva. Con el fin de evitar cualquier malentendido con las tribus, Llandres aconseja tener un comportamiento natural y noble en un territorio donde siempre te estás jugando la vida.

Otra persona importantísima en éste ámbito casi de lo desconocido es el documentalista y periodista José Manuel Novoa, quien aseguró que los indígenas, tan mimetizados con la naturaleza, no han perdido los poderes ni las facultades mágicas que la ciudad ha devorado en nosotros. Cosas cotidianas para ellos que para nosotros no tienen explicación.
Con magia o sin ella, resulta fascinante y misterioso que aún existan tribus perdidas en un mundo que creemos perfectamente conquistado. El afán del hombre occidental por seguir superándose día a día nos lleva a adentrarnos en el espacio y en las profundidades del mar. Pero no hace falta nada más que mirar de frente para contemplar la belleza de unas comunidades que nos enseñan en primera persona quienes fuimos miles de años atrás. Y así lo seguirán haciendo hasta que nuestra torpeza y codicia interfiera sobre ellos. De momento, la selva; la madre naturaleza les protege. Son los últimos hombres del paleolítico.
mmmmmmm que bonito
¡Muchas gracias!