Todos los viernes suelo echar un vistazo a los periódicos y revistas españolas en las que puede haber una noticia de los clientes de la agencia de comunicación en la que trabajo. Pero cuando la portada de Alaska en Interviú se interpuso en mi camino, decidí acumular el trabajo para la semana siguiente. Y no porque me excitara, obviamente.

Así que, una semana más tarde, empecé mi ruta por Diario Médico, que, como El Mundo, suele incorporar una frase célebre en la parte superior de la portada: “Escribir es una forma de hablar sin ser interrumpido”. Me encantó. La escribí en mi libreta y a la vez me dio un nuevo tema para actualizar Lagunas del periodismo, que ya era hora. Este será un artículo en el que Diego no me interrumpirá, pero estoy seguro de que desearía haberme escuchado.

Hace unos meses me acerqué a Rivas para ver El árbol de la vida, una película made in National Geographic por sus imágenes espectaculares que no llegué a comprender. Sin embargo, valoré mucho la pájara mental del Director del filme, Terrence Malick, e intenté superarle con mis espontáneas reflexiones.

Dicen que es bueno escucharse a uno mismo, pero, ¿alguna vez habéis tenido el deseo irrefrenable de volver a vuestra infancia para hablaros a vosotros mismos? Algo así como la máquina del tiempo de Doraemon, ese gato sin orejas que parecía un mapache y con el que tantas veces merendé dorayakis.

Tú

Te envidio, Dieguito. Me gusta tu camisa ochentera, el pelo a lo afro y los labios casi pintados. Sobre todo, adoro tu sonrisa despreocupada. Eres como una esponja que, poco a poco, absorberá todo lo que vayas aprendiendo con tus sentidos. Con la vista lo tendrás más complicado, ya que usas gafas desde que tenías 10 meses y a veces un parche en el ojo bastante incómodo. Además, te operarán de estrabismo a los 6 años. Pero no te preocupes, pirata. En el hospital de El Niño Jesús te darán Coca cola y serás la envidia de todos los niños.

Sentirás dolor por tus múltiples caídas al suelo, pero te reirás con tus rodilleras chonis. Tranquilo, es normal que no entiendas esa palabra. Tampoco entenderás un dolor que va más allá del físico. No estarás abatido si ves a uno de tus mejores amigos llorar porque ha perdido a una persona a la que quiere mucho, sólo aturdido.

No hagas caso a la gente que dice que los niños sois muy sensibles. Todo lo contrario. Eres fuerte porque no asumes responsabilidades y vives en la ignorancia, aunque, curiosa paradoja, estás siempre aprendiendo. ¿Qué se siente al percibir todo como una novedad? Ya lo dijo Homer Simpson, que nació un año antes que tú: Yo no soy una persona que se impresiona fácilmente. ¡Mira! ¡Un coche azul!

No te estanques. Evoluciona como los pokemon. De lo contrario, tendrás la sensación, como a tu compi mayor le pasa, de que la gente que te rodea avanza, progresa y se atreve. Eres buen chaval, lo sé, y no te hablo para darte el sermón. Eso ni a ti ni a mí nos gusta, porque si de algo nos sentimos orgullosos, aparte de nuestra bonita dentadura, es de ser ateos y creer en nosotros mismos, aunque no lo suficiente.

Me tengo que ir. 22 años sin estar en contacto dan para mucho. Algo así como “Los pilares de la tierra”, un libro que realmente me parece infinito. ¿Dieguito? ¡Vaya! Te has dormido y no me he dado cuenta. Mejor será que te arrope con tus inseparables sábanas de Oliver y Benji. Mírate. Durmiendo pareces tan feliz…