La incertidumbre no ha sido una buena pareja de baile del hombre desde sus orígenes: provoca estrés, sufrimiento y a veces desesperación. Hablamos de la falta de certeza de algo, como el futuro económico de un país, la nota de un examen o el análisis médico de una persona en concreto que nos convierte en seres inseguros y débiles.

Sin embargo, al igual que toda crisis es un riesgo, pero una oportunidad de cambio, la incertidumbre representa una herramienta para mantenernos alerta, como los millones de búfalos, cebras o antípodes que cada segundo se sienten amenazados por los depredadores más peligrosos. La madre naturaleza, un concepto amplio y ambiguo que nos impresiona desde hace siglos pero que también nos preocupa; como el cambio climático, del que se habla mucho, pero se hace muy poco en la sociedad actual.

En el noveno artículo de Lagunas del periodismo trataremos los enigmas y misterios resueltos y por resolver, sin ánimo de hacer competencia a Milenio 3, entrar en el mundo del tarot o viajar por una máquina del tiempo inventada por el hombre en su propia imaginación.

La vehemencia por el pasado

Empezaré por un viaje que hice con la Facultad de Historia de Alcalá de Henares a las cuevas del Cantábrico en el pasado mes de abril. Los lienzos rocosos de la cueva de Tito Bustillo o Covalanas me hicieron reflexionar sobre la posible frustración que padecen aquellos que se dedican a la prehistoria; aquellos que excavan durante semanas, meses e incluso años sabiendo que quizás nunca encontrarán nada. Estíbaliz, una joven estudiante con conocimientos sobre este tema, me dijo que ahí radica el encanto, en desvelar los misterios que esconde la superficie terrestre.

Pero yo no me conformaba y para aliviar mi inquietud impúdica pregunté a Charo (otra estudiante de historia muy experimentada) sobre el mejor descubrimiento de la historia. Ella no dudó en señalar a los Guerreros de Xian. Tuvo lugar en 1974, cuando unos campesinos que buscaban agua cerca del monte Li (China) encontraron fragmentos de una estatua pequeña de terracota que dieron paso a los 7.000 guerreros que montaban guardia en el mausoleo del emperador Qin Shi Huandi. Hace un mes, el equipo arqueológico de los Guerreros de Terracota de Xian ganó el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales. Lo que empezó siendo una leyenda culminó con un hallazgo que engrandece una disciplina fascinante y necesaria para recordar quienes fuimos: la Historia.

Los Guerreros de Xian

Mientras los Guerreros de Xian reposaban en soledad bajo tierra, Tutankamón fue despierto de su sueño eterno en el Valle de los Reyes (Egipto) por Howard Carter y su equipo en 1922. El 4 de diciembre del presente año, el diario El País publicó un interesante artículo en el que, a través de una página Web (http://www.griffith.ox.ac.uk/gri/4tut.html), podíamos acceder a todos los documentos y fotografías de un  hallazgo magnífico y maldito, pues la expedición inglesa, liderada por Carter, sufrió un sinfín de desgracias tras el descubrimiento. De hecho, en 1935, la cifra total de muertos relacionados con Tutankamón era superior a 20. Un egiptólogo afirmó haber descifrado la inscripción de la tumba en 1923 que decía así: “La muerte vendrá con alas ligeras sobre todo aquél que se atreva a violar esta tumba”. Sin embargo, dicha inscripción no pudo ser encontrada púes el muro donde residía fue derribado por el equipo del famoso arqueólogo. Un guión de película.

Hablando de inscripciones, a 40 kilómetros de Santiago de Compostela hay un pueblo que todo peregrino del Camino debe visitar, como hicimos mi compañero y yo en agosto. Se llama Melide, donde dicen que está el mejor pulpo de Galicia y cuyas calles peatonales y frescura rural invitan a pasear sin rumbo. Conversando con dos jubilados del pueblo, nos dijeron que si descifrábamos la inscripción de una pequeña parroquia del pueblo “nos daban todo su dinero”. Mi amigo Eduardo, estudiante de historia y amante de las aventuras, lo intentó en vano. “Nadie lo ha hecho”, comenta uno de los ancianos. Este hecho acrecentó mi interés por los enigmas sin resolver.

El misterio de Melide

Tras este paréntesis y finalizando con el antiguo oriente, la construcción de las Pirámides de Egipto, tan oscuras como majestuosas, representa uno de los mayores misterios de la humanidad bajo mi criterio. ¿Cómo se elaboraron y transportaron las piedras de estos monumentos sin los medios actuales?, ¿Cómo se pudo alcanzar una precisión y alineación tan perfecta y extrema? Aunque son muchas las teorías sobre este tema, no me atrevo a profundizar en las Pirámides hasta que no las vea con mis propios ojos. Y es que llevo la cultura egipcia en mis venas gracias al tatuaje de la llave de la vida.

La historia y la arqueología, dos disciplinas que han dejado un legado enorme en misterios descubiertos y por descubrir.

El presente y el futuro: la otra vida y la lucha contra la muerte

Desde sus inicios, la industria literaria y cinematográfica apostaron por el suspense como uno de los géneros más importantes en sus proyectos. Hoy lo vemos en las películas de Hitchcock, en libros como El Código da Vinci, o incluso en las telenovelas. La intriga, el suspense y la incertidumbre nos atrapan, una relación que el filósofo norteamericano Noël Carroll explica a la perfección con la siguiente paradoja: “Conceptualmente, el suspense implica incertidumbre. La incertidumbre es una condición necesaria para que haya suspense. Cuando se elimina la incertidumbre de una situación, el suspense se evapora”.

Dicho esto, si la Prehistoria y los orígenes del hombre representan un misterio muy atractivo aún lo es más nuestro futuro, por el que podemos pronosticar y nunca se sabe si acertar; algo que puede llegar a desesperar en una sociedad donde lo queremos saber todo y de forma instantánea.

Esto conduce a hablar de dos temas: el espacio y la muerte. Sobre este último, el gran escritor José Saramago hizo un espléndido relato con “Las intermitencias de la muerte”, en el que la gente deja de fallecer en un país cuyo nombre no es mencionado a lo largo de la obra. Se trata de la mayor utopía del hombre con la que lleva luchando durante siglos. No en vano, y volviendo a la cultura egipcia, la fe en la inmortalidad de los dioses y faraones supuso que se practicara el embalsamiento y la momificación.

a

En pleno siglo XXI no hay más remedio que conformarse con los avances de la ciencia y con el progreso extraordinario del hombre que aspira a alargar y mejorar lo más posible su vida y bienestar.

Con ese fin, el biólogo inglés Aubrey de Grey aseguró a la agencia EFE en octubre que «el hombre vivirá mil años». Y todo gracias a la medicina regenerativa, una rama de la bioingeniería que se sirve de la combinación de células, métodos de ingeniería, bioquímica y fisioquímica para mejorar o sustituir funciones biológicas. «Aplicar esta medicina al envejecimiento significa, sencillamente, reparar el daño acumulado durante la vida”, explica el científico añadiendo que «la inmortalidad es un absurdo porque supone reconocer la inexistencia del riesgo de muerte».

aubrey_grey

Por ahora, los investigadores españoles y del resto del mundo combaten el envejecimiento experimentando con animales, como analizando las células de los animales más longevos (ballenas, murciélagos) o aumentando un alto porcentaje la esperanza de vida en los ratones.

Aunque conseguir la inmortalidad es un tema casi de ciencia – ficción, Manuel Serrano, director del grupo de supresión tumoral del CNIO (Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas) explicó en el diario Público que será posible en un futuro con un gran ejemplo: “Henry Ford empezó en 1900 a hacer coches con un periodo de garantía, para que duraran 10 años, pero no más. Pensó: “¿Para qué voy a hacer piezas perfectas si este coche no lo va a usar nadie dentro de 50 años?”. Así es como estamos hechos nosotros. Ahora existen coches Ford de 1900, pero eso ha supuesto un esfuerzo constante del coleccionista para cambiar piezas. El día en que sepamos reparar y regenerar nuestros órganos será diferente. Que falla el hígado, se regenera el hígado. Que falla el corazón, se regenera el corazón. Es una cuestión de ir reparando piezas. Hoy no sabemos reparar y regenerar, sabemos hacer trasplantes, pero no rejuvenecer un órgano. Y no dudo que se podrá hacer en el futuro».

¿Se imaginan que el hombre consiguiera el elixir de la vida? ¿Qué supondría para la sociedad? Hablamos de un enigma del que podríamos escribir hojas y hojas.

Lo mismo ocurre con la astronomía y la exploración espacial. La última edición de El País Semanal (11 de diciembre) ofrecía un reportaje interesante en el que aseguraba que, Barack Obama, Presidente de Estados Unidos, quiere que la industria privada lleve material y astronautas a la estación espacial para que la Nasa se centre en la exploración del espacio. Además, la famosa agencia gubernamental redactó sus nuevas y ambiciosas prioridades, como un viaje tripulado a un asteroide cercano hacia 2031, una misión para volver a la Luna y orbitarla, una tripulación a los satélites de Marte y por supuesto, un prometedor viaje al planeta rojo.

espacio

Cada vez son más modernas las tecnologías que determinados astrónomos utilizan para obtener señales de vida de una hipotética civilización extraterrestre; una labor que recuerda a aquellos que se dedican a la pesca, dotados de una paciencia infinita. Sin embargo, en este caso no se consigue llenar la «red», lo que puede suponer una gran frustración. Así que las investigaciones se centran en los elementos que podrían hacer vida fuera de la Tierra, como el agua, células, moléculas orgánicas… De hecho, científicos de la Universidad de Edimburgo afirmaron hace un año que existen en la Vía Láctea al menos unos 40.000 planetas aptos para la existencia de vida extraterrestre. Otros investigadores como Paul Davies, de la Universidad de Arizona, piensan que no hace falta viajar al Espacio para saber si estamos solos en el Universo, pues esos seres pueden estar «bajo nuestras narices. «La mayor parte de los seres vivos son microbios y mirándolos no podemos estar seguros de si son ‘nuestros’ o alienígenas», teorizó.

Para finalizar con esta larga reflexión, podríamos añadir los posibles progresos y proyectos de las potencias mundiales que no muestran al público, indefenso ante su inmenso poder y que sólo puede esperar para compartir y decir que ha vivido momentos históricos como el descubrimiento de Tutankamon en 1922, el primer trasplante de un órgano vital en 1954 o el viaje a la Luna en 1969. Todo es posible.