Londres es una ciudad que asusta de lejos y conquista de cerca; no en vano cuenta con cinco aeropuertos: Gatwick, Heathrow (el más cercano a la ciudad), London City, Luton y Stansed y entre 12-14 millones de habitantes (por los 6.4 de Madrid).
Para una persona acostumbrada a vivir en un pueblo tranquilo, sin el ajetreo ni las exigencias de la ciudad, supone un gran cambio trasladarse a la capital de Inglaterra.
Pero ese cambio representa un privilegio, una oportunidad de la que nuestros padres, la última generación que vio nacer a la democracia española, no pudieron disfrutar. Sin embargo, muchos de los que hoy pertenecen a la tercera edad tuvieron que emigrar por otros motivos, pero con el mismo objetivo: buscarse la vida. Como ejemplo, empezaremos el octavo artículo de Lagunas del periodismo recordando una película producida en 2006 e inspirada en los años sesenta: Un Franco, 14 pesetas. En ella, Martín (Carlos Iglesias, actor y director de la cinta) y Marcos (Javier Gutiérrez) viajan a Suiza en busca de trabajo y sin el calor de sus familias.
El argumento está inspirado en la vida real de Carlos Iglesias, pues vivió en el país helvético hasta los 13 años. Me pregunto si dentro de cinco décadas se harán películas como éstas, en las que muchos jóvenes, con estudios o sin ellos, tienen que irse de su país por la ausencia de trabajo y oportunidades.
Y aquí estamos hablando de 2010. Un año en el que España sigue sumergida en la crisis económica y en la elevada tasa de desempleo. Por esta y otras razones se está produciendo una «fuga de cerebros», continuando con el símil cinematográfico. De hecho, según Adecco, el gigante suizo de los recursos humanos, en dos años cerca de 120.000 españoles cualificados han abandonado su tierra en busca de nuevos horizontes laborales. Lo mismo ocurre con los chinos, indios, polacos, italianos…. y es que Londres es una ciudad tan cosmopolita como heterogénea (aquí se hablan casi 200 lenguas) capaz de combinar calles estrechas y ajetreadas con parques enormes y llenos de colorido (hay alrededor de 1700). Sólo hace falta pasear por Oxford Street hasta llegar a Hyde Park (donde vi al Papa en persona) o darse una vuelta por el Soho para terminar en Green o St. Jame´s Park.
Durante esos trayectos apenas hay vehículos de turismo, sólo taxis (oficiales y no oficiales), coches de lujo, decenas de autobuses de dos pisos y bicicletas, pues conducir por el centro de Londres cuesta 8 pounds diarios. De esta forma, no es extraño que el metro de Londres, el más antiguo del mundo, reciba cada semana a millones de usuarios de todas las clases. Se caracteriza por ser efectivo, pero caro (4 pounds el billete sencillo) y técnicamente complicado (orientarse en la línea negra es toda una odisea).
Al igual que el metro, Inglaterra es la madre del deporte rey: el fútbol. Y aquí se vive con mucha intensidad; de hecho, hay cinco equipos londinenses en la Premier League: Chelsea, Arsenal, Tottenham, West Ham y Fulham. Aunque se puede disfrutar del ambiente y la pasión futbolística en un Sports Cafe (Picadilly Circus) no es nada comparable con acudir a un partido en directo. Y así hice, pues el pasado 22 de septiembre tuve la ocasión de ver el Chelsea – Newcastle en Stamford Bridge (Fulham Broadway Station). A diferencia de lo que ocurre en España, no se permite fumar ni tocar instrumentos musicales. Sólo importa la voz y la presencia de los aficionados, siempre fieles a sus equipos, ganen o pierdan y sea el encuentro que sea. El rugby y el cricket completan el podio de los deportes más seguidos en la capital inglesa.
Una asignatura pendiente de un turista o residente en Londres son los musicales, la mayor parte de ellos ubicados en la zona centro. Los más famosos son: The Lion King y We will rock you. Este último fue creado por Queen y Ben Elton hace ocho años y su entrada es famosa gracias a la enorme estatua del mítico Freddy Mercury (en Oxford Street). Les Miserables, Billy Elliot, Grease, The Phantom of the Opera o Chicago, entre otros, consuman una lista de obras que nos trasladan por momentos al mismísmo Broadway de Nueva York.
Si continuamos comparando ciudades, Londres es una de las metrópolis más seguras en las que he estado. Tiene cámaras de seguridad en todos los sitios que muestran en público desde en los McDonald’s hasta en las tiendas que venden productos de «I Love London», policías que patrullan de madrugada a pie y un índice de criminalidad bajo.
Otro aspecto importante es la moneda. El cambio de euros a libras no sale rentable (83 pounds por 100 euros en el mejor de los casos) aunque peor lo tiene el dólar (62 por 100). Por esa razón es mejor pagar con tarjeta de crédito (cuyo uso aquí está muy extendido) y sorprendentemente muchos establecimientos no piden el carnet de identidad o pasaporte a la hora de realizar una compra.
Pero no todo va a ser caro en Londres. La ropa, los Iphones, libros de texto, discos de música y otros productos tienen unos precios asequibles. La combinación de los mismos es otra cosa. Charlando con mi profesor de inglés, un galés amante del rock and roll y de los tatuajes, me explica el significado de «Chav», un término algo despectivo dirigido a las personas que sólo usan prendas deportivas, «aunque la mayoría no ha hecho deporte en su vida», sentencia el profesor.
Así llegamos a los mercados, culpables del dinamismo, la vitalidad y la magia de esta ciudad. En Londres hay más de 344, según la guía de National Geographic, de todos los tamaños y clases: de alimentación, ropa, antigüedades y artesanía, mercadillos, especializados, etc. Tres de ellos destacaban por encima del resto: Convent Garden, Portobello Road y Camden.
Establecido en 1970, el renovado Convent Garden demuestra todo su encanto rodeado de los edificios restaurados del mercado, restaurantes, tiendas elegantes y los artistas ambulantes de la plaza. Pequeño pero cautivador. Por su parte, Portobello Road, situado en Nothing Hill, demuestra los sábados una perfecta mezcla de productos. Famoso por sus antigüedades, los objetos de coleccionistas, las buenas tiendas de alimentación y el carnaval caribeño, este mercado es uno de los más grandes de Gran Bretaña. La famosa librería en la que se inspiró el director de la película Nothing Hill, protagonizada por Julia Roberts y Hugh Grant, es otra de las atracciones turísticas de este barrio.
Y por último destaca Camden, al que podríamos equiparar con la comida india: llena de colorido, especias y sabores. Es difícil quedarse con una fotografía de este barrio – mercado tan alternativo que comparte protagonismo con la Pequeña Venecia. Camden es el paraíso de la moda siniestra, hippie, gótica, punk y rock alternativo, de los amantes de la gastronomía (de todos los países), de los piercings y tatuajes…en definitiva, tiene tanta variedad que no deja indiferente a nadie.
Si en este mercado se pueden encontrar los productos más originales y baratos de Londres, Harrods representa el lado opuesto. Hablamos de los almacenes más famosos del mundo que cuentan con 300 departamentos distribuidos en 7 pisos y 4000 empleados dispuestos a atender cada día a más de 35000 clientes. Cabe recordar que Harrods llegó a pertenecer a Al Fayed, padre del último amor de la eterna Diana de Gales.
Diana de Gales y Doni Al Fayed, en los almacenes Harrods
Describir una ciudad en un artículo o reportaje es toda una hazaña y más si hablamos de Londres y con él de Shakespeare, del British Museum, de Piccadilly Circus, del Buckingham Palace o de Trafalgar Square.
Este escrito es el resultado de las sensaciones e inquietudes de una persona de 23 años, ambiciosa y optimista, que aspira a aprender y sobrevivir en la capital de Inglaterra; una metrópoli mágica que tiene de todo. Solo hace falta encontrarlo.
Lo bueno es que ahora las comunicaciones han mejorado y es posible tener un nexo de unión mayor con las personas que están fuera.
Espero que te llegue nuestro calor, sabes que desde España te apoyamos.
Admiro tu valor, aprender inglés ahora que puedes es lo mejor que puedes hacer.
Un abrazo muy fuerte, cuando vuelvas por España avisa.