A finales de 2005 fui a un evento del IFEMA (Feria de Madrid) organizado para jóvenes con unos amigos de la universidad. Estaba en primero de Periodismo, carrera que decidí estudiar por mi interés en la radio, y por entonces, pensé que estudiar una carrera decidía la profesión que iba a tener en el futuro. Nada más lejos de la realidad. Quizás por eso me fotografíe, más con cara de “chico Martini” que de “El Pensador”, con un letrero que decía: ¿Qué quieres ser de mayor?

Han pasado 15 años y en cierta medida me lo siguen preguntando en algunas entrevistas de trabajo: ¿Dónde te ves dentro de 5 años? Suelo ser una persona que planifica sus decisiones, dejando también un pequeño espacio a la improvisación, pero responder a esta pregunta me resulta, por el año que he vivido, tan complicado o más que la que planteaba el letrero del IFEMA.

En 2020 han pasado tantas cosas que aún no sé por qué llevo tanto tiempo sin escribir en el blog. Dejé de hacerlo cuando más lo necesitaba, pero también cuando menos capaz me sentía de ponerme enfrente de una hoja en blanco. Podía, cómo en los juegos de Resident Evil, escribir un diario de un periodo surrealista o salir a la calle y liarme a tiros con mis miedos. Pero elegí la pasividad. No he sido fiel a mi frase de “dame hostias que yo te devolveré sonrisas”. En general, he recibido estos golpes con inexpresión y a veces me he preguntado si con indiferencia, pero me cuesta creerlo, porque si no, no estaría escribiendo este artículo. 

Soy una persona fascinada con el paso del tiempo. Difundo proyectos que permiten saber cómo era tu calle favorita hace 100 años, sigo cuentas de fotos antiguas de Madrid (como @Pennypol o @photoarte7) o de lugares abandonados (como Abandoned Spain) que yo mismo fotografío cuando paso por alguno de ellos. No sé decir qué quiero ser de mayor o dónde estaré dentro de cinco años. Más bien, me pregunto qué pasó hace 5, 10 o 50 años. De ahí a que también haya recuperado mi foto en el IFEMA. La diferencia entre ambas preguntas es que, en teoría, tengo 33, ya soy mayor y debería conocer la respuesta. Y aunque tengo algunas certezas como la persona con la que quiero seguir envejeciendo (al menos es la más importante), el futuro, mi futuro, está lleno de interrogantes.  

Son interrogantes que, cuando trato de despejar para aclarar ese futuro, como la compra de un piso, vuelven a salir con fuerza, como el fin de una etapa laboral a pocos días de firmarlo en la notaría. Y otras muchas todavía más importantes relacionadas con la muerte (prematura y adulta), las relaciones personales y las enfermedades. 

Por eso, del año 2020 me voy a quedar con dos certezas. La vida y la felicidad. Una de ellas es el nacimiento de María (la vida), mi sobrina a la que todavía no he podido achuchar del todo por el nuevo mundo en el que vivimos. Y la otra, que da título a este post, sucedió en el pueblo de mi padre (Maeztu, Vitoria) durante la primera semana de agosto, donde coincidí con mi prima Aitziber tras cinco años sin verla.  

Aitziber es una chica de 17 años con síndrome de Down llena de energía, ternura y vitalidad. Cuando salíamos a hacer senderismo y le daba la mano cuando pasaba un coche o una bicicleta, me solía decir “chico me has salvado la vida otra vez”. Cuando fue mi cumpleaños el 5 de agosto me hizo sentir muy especial repitiendo varias veces durante el día “Hola Diego ¡Es tu cumple! ¡Es tu cumple!”. Cuando jugábamos juntos a juegos de mesa, el pilla pilla o después de su desayuno (Colacao y bizcocho casero) me decía en más de una ocasión: “Yo casar contigo”.

Ahí estaba siempre Esther, su madre, para recordarle que somos primos y eso no puede suceder. Y para expresar en voz alta, mientras observaba jugar a su hija en el jardín de la casa del pueblo, lo que mejor define a Aitziber a pesar de todas las complicaciones y circunstancias, “ella es feliz”. 

Lo que quizás no sabe, es que también hace feliz a los demás. Por eso guardo un dibujo que me regaló en mi habitación que, al mirarlo el otro día, me hizo pensar en volver a escribir y tratar de recibir en la medida de lo posible el 2021 con optimismo. 

BAESOS 2020. 

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