La primera vez que visité la Biblioteca Nacional de España fue en 2006, cuando la profesora de la asignatura de Documentación Escrita nos mandó hacer un trabajo de investigación sobre algún personaje público. Yo elegí a Eminem.

Disfruté realizando ese trabajo. Y más aún de la sala de lectura de la Biblioteca Nacional, a la que solo se puede acceder si obtienes el carné de investigador. El mío, por entonces, era este:

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La fogosidad de la Reina Isabel II y la inteligencia de Tomás Navarro Tomás

No volví a la Biblioteca Nacional hasta el pasado 6 de octubre, 12 años más tarde, tras reservar una visita guiada (gratuita, por cierto) para conocer sus todos secretos. Y aunque se me hizo corta, en una hora descubrí cosas sorprendentes, como las sedes que tuvo hasta que en 1866 la Reina Isabel II colocó la primera piedra del edificio actual en el Paseo de Recoletos. ¿Sabíais que la Reina Isabel II (una mujer muy fogosa según Raquel, nuestra guía) tuvo 11 hijos durante su matrimonio con Francisco de Asís de Borbón y ninguno de ellos fueron con él? «Francisco de Asis era homosexual y no le importaba que la reina Isabel tuviera hijos con otros hombres, porque por cada hijo le daban un millón de pesetas», comenta Raquel.

Otra de las historias es la placa conmemorativa de Tomás Navarro Tomás, Director de la Biblioteca Nacional recordado por su labor para proteger el patrimonio bibliográfico una vez iniciados los ataques en la Guerra Civil. «Consiguió que ningún libro fuera dañado distribuyendo todos los ejemplares por todas las salas del edificio», afirma Raquel, quién considera a Navarro Tomás como uno de los personajes más importantes en la historia de la Biblioteca.

Pero sin duda, la historia más increíble, de esas que hoy en día serían virales, es una que está asociada a Leonardo da Vinci, sobre el que la Biblioteca Nacional organizará una exposición a finales de noviembre.

El libro, al carrito

Antes de ello, y a pesar de la influencia de la digitalización, Raquel nos recordó que cuando se coge un libro de una estantería, aunque sepamos cuál es su lugar exacto, hay que dejarlo en el carro, ya que «un libro mal colocado es un libro que puede estar perdido para siempre». Y más si hablamos de una Biblioteca en la que hay más de 33 millones de obras (entre libros, revistas y periódicos, documentos sonoros y audiovisuales, manuscritos, incunables, mapas…).

Volviendo a Da Vinci, su historia con la Biblioteca Nacional comienza con Felipe II y no porque se conocieran, ya que Felipe II nació ocho años después del fallecimiento del genio italiano.

Leonardo era un artista polifacético que plasmó sus investigaciones en muchos cuadernos, en los cuales solía escribir de derecha a izquierda (clic en las siguientes imágenes para ampliar). Estos cuadernos pasaron a su discípulo Francesco Melzi, siendo algunos de ellos posteriormente adquiridos por Pompeo Leoni, escultor de Felipe II, quien trajo varios ejemplares a España de los que permanecieron dos: Códice Madrid I y II, comprados por Juan de la Espina, conocido como el Da Vinci español.

Tras pasar unos años en el olvido, los dos manuscritos fueron finalmente custodiados en la Biblioteca Nacional en 1712, hasta que un día se extraviaron durante 250 años. 

Su descubrimiento, considerado el más importante en el siglo XX que se ha hecho sobre Da Vinci, se debió al Dr. Jules Piccus, de la Universidad de Massachusetts, al observar que ambos ejemplares tenían el número de inventario equivocado. Sin embargo, diez años antes, otro profesor italiano había encontrado estos manuscritos sin comprender lo que tenía en sus manos.

Una vez descubiertos los manuscritos, Jules consultó a Ladislao Reti, destacado erudito científico especializado en Da Vinci y que, tras examinar los documentos, pudo confirmar su autenticidad. Fue tal el escándalo, comenta Raquel, que «el Director por entonces de la Biblioteca Nacional de España tuvo que dimitir».

¿Qué representan los dos manuscritos?

Los manuscritos, que adoptaron los nombres de Códice Madrid I y II después de su descubrimiento, suponen todo un tratado de ingeniería con los proyectos más ambiciosos sobre mecánica, estática, geometría y poliorcética que jamás hubiese podido imaginar un artista del siglo XV.

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Solo para observarlos con detenimiento merece la pena pasar a la Biblioteca. Pero mi objetivo inicial era otro; la sala de lectura.

Durante la guía no nos dejaron pasar a la sala de lectura tal y como hice en 2006, pero pudimos mirar a través de una puerta cuyos cristales no eran del todo traslúcidos. Es como si la sala que había a continuación, la que tenía más ganas de visitar, nos escondiera algún secreto. Aunque para mí, el más importante nos fue revelado con la historia de Da Vinci. Y pienso que es mejor así, no vaya a ser que coja un libro y no lo deje en el carrito.