Estar atentos. Vivir plenamente.
Una vez escuché en la radio, el medio de comunicación donde mejor te informas de las cosas, el motivo por el que no se solía sonreír en las fotos antiguas. Llamó mi atención porque mi padre tiene muchas desde que empezó a hacer su árbol genealógico (o ginecológico como dije por error en mi primer día en la empresa donde trabajo).
La razón es muy simple. Hacerse una foto antes era algo tan poco común, un acontecimiento tan insólito, que los fotografiados, generalmente en familia, posaban como lo hacemos nosotros para el DNI: con seriedad, firmeza y con la creencia de que esa foto tendría un largo recorrido. Y no porque necesariamente fueran menos felices.
Hoy en día, tengo la sensación de que, a pesar de contar con los medios más avanzados para aprovechar al máximo la fotografía, ésta cada vez tiene menos valor. Es efímera, falsa, abundante y repetitiva. Permanece en la red, pero tiene poco recorrido.
Todas estas características se ven reflejadas en las Redes Sociales, donde todos caemos, y más concretamente, en Instagram. Efímera, por las stories y por el escaso interés de una foto compartida que no sea realizada en el momento; falsa, por el postureo; abundante, porque cada día se suben casi 100 millones de publicaciones a Instagram, y repetitiva, porque solemos publicar lo mismo y así nos encargamos de demostrarlo con los hashtags..

En realidad, la fotografía me ha regalado momentos inesperados. Los últimos han sido en Nueva York (2015), donde una desconocida me pidió permiso para fotografiarme mientras estaba apoyado en la salida de una tienda de la Quinta Avenida, (supuestamente, por mi pose y look desinteresado: chupa de cuero negra, gorra negra, gafas Ray-Ban y barba de dos días). Y en Indonesia (2016), donde un grupo numeroso de estudiantes de primaria se fotografió conmigo como si fuese una estrella, aunque, esta vez, el motivo fue más bien mi altura y rasgos occidentales que mi look veraniego.
Envejecer o vivir etapas
Al revisar todos los vídeos y fotografías sobre mis abuelos para hacerles un regalo especial en su aniversario, descubrí que faltaban muchos recuerdos. Archivos de 2013, 2014, 2015 y otros años que no logré ni logro encontrar. Un grave error por mi parte dejar de revelar las fotos. ¿Recuerdas cuando fue la última vez que revelaste una fotografía?
Podría hacer caso al tweet de la periodista Mónica Carrillo: ser feliz y no hacer foto del momento, pero tengo la sensación de que algo está terminando o, mejor dicho, algo está cambiando, y quiero conservarlo para siempre. Para mí y para que me ayude explicar, si algún día lo necesito, a personas que aún no están o no existen en qué me he llegado a convertir. Por qué soy quien soy.
Ya en la treintena, me pregunto si cumplir años es envejecer o vivir etapas. Etapas que en unos años no volveré a vivir son las que quiero recordar para siempre. Y para eso, todo el material audiovisual que reúna será de gran ayuda.
Quizás esté viviendo un periodo de frustración por el hecho de que algún día no pueda volver a disfrutar de determinados momentos y me toque aprender, como creo que estoy haciendo, que simplemente llegarán otros. Algo así ocurre con la automatización: de la misma forma que la tecnología hará que desaparezcan algunos puestos de trabajo, se crearán otros a raíz de este progreso.
Quién sabe. Lo mismo me quede poco para cambiar de etapa para bien o para mal y lo único que tenga que hacer sea dejar de buscar las fotos y, como dice Mónica Carrillo, limitarme a seguir siendo feliz. Y si hay momentos que no puedo recordar sin una fotografía, será que he vivido muchos buenos (porque sólo fotografiamos los buenos momentos) y sólo deba aprender, como refleja el filósofo fracés Frédéric Lenoir en este artículo de El Mundo, uno de los secretos de la felicidad: estar atento:
“La alegría exige un clima favorable”. Y éste pasa, prosigue Lenoir, por estar atentos, porque “la atención es lo que nos permite estar unidos a nuestros sentidos”. Pero también hay que estar dispuesto a abrir el corazón, esto es, aceptar nuestra propia vulnerabilidad, y “correr el riesgo de vivir plenamente”, añade.
Lo de abrir el corazón, con o sin fotografía, será en lo que me apoye para explicar a esas personas que aún no están o no existen, por qué soy quién soy.
Mientras tanto, una foto precisamente de 2013, que subí a Facebook sí, pero que motiva para, como dice Lenoir, a vivir plenamente…