Durante mi reciente estancia en Tenerife, donde el verano no tiene fin, he podido charlar flemática y sosegadamente con dos compañeros y amigos también licenciados en periodismo sobre nuestra profesión. Poco a poco vamos descubriendo los desencantos del mejor oficio del mundo, según Gabriel García Márquez, que cada vez informa menos sobre él.

Para hacer un primer esbozo sobre esta situación nos detenemos en los ensayos de Walter Lippmann (Nueva York, 1889 – 1974), el decano de los periodistas americanos, un gran analista político y teórico de la democracia liberal al que se le debe la teoría de la agenda setting, por la que considera a la prensa como una linterna que proyecta un haz de luz en una habitación oscura, es decir, sólo podemos ver una parte iluminada de la sala (los temas que se proyectan al público) perdiendo la visibilidad del resto (de lo que no se habla).

Lippmann-WalterWalter Lippmann

Lippmann hizo esta observación en 1922, un periodo donde reinaba la actual alicaída prensa, la radio daba sus primeros pasos y la televisión aún no existía. Hoy en día, con el desarrollo de las nuevas tecnologías, el predominio de las libertades y la mejora de la educación entre otros ámbitos, el periodismo y sus profesionales en sí, sufren una crisis de identidad y legitimidad.

En efecto, el periodista ha perdido ese toque de rebeldía e inquietud que daba sentido a su oficio y se muestra más aséptico que nunca ante esta situación por no saber cómo reaccionar ante la misma o por temor a perder su trabajo. Por su parte, la mayor parte del público, y hablo por intuición, ni siquiera conoce o se preocupa por este problema, pues, construyendo una hipotética pirámide de Maslow, antes están, y ordénenlos como quieran, los problemas económicos, personales… y, como consecuencia de ellos, la imperiosa necesidad de evadirse. De ahí a que los artículos más leídos sean la lesión de un futbolista o algo relacionado con la taimada prensa del corazón.

Con este razonamiento no se pretende exculpar a los medios de comunicación, si no advertir en primer lugar al «rebaño desconcertado», los espectadores de la democracia y la mayoría de la población según Lippmann que se encuentran por debajo de la clase especializada, es decir, los ciudadanos selectos que asumen un papel activo en cuestiones generales relativas al gobierno y la administración. Noam Chomsky, lingüista, filosófico y activista estadounidense, en «El control de los medios de comunicación», lo explica con una metáfora: «[…] sería incorrecto dejar que un niño de tres años cruzara solo la calle. No damos a los niños de tres años este tipo de libertad porque partimos de la base de que no saben cómo utilizarla. Por lo mismo, no se da ninguna facilidad para que los individuos del rebaño desconcertado participen en la acción; solo causarían problemas». Para alcanzar esta meta hay que distraer a la población, ya sea por la propaganda, las relaciones públicas o contenidos que atraen a las masas: «Será cuestión de conseguir que los sujetos que forman el rebaño se queden en casa viendo partidos de fútbol, culebrones o películas violentas, aunque de vez en cuando se les saque del sopor y se les convoque a corear eslóganes sin sentido, como «Apoyad a nuestras tropas…», añade Chomsky.

Noam ChomskyNoam Chomsky

Aunque no creo que esta situación llegue a la que George Orwell mostraba en su magnífica obra (1984), es necesario actuar ante ella con una reforma en el periodismo, nuevos profesionales o un ejercicio de autocrítica entre otras cosas. Unos dirán que se trata de una utopía si tenemos en cuenta la gente, el dinero y las influencias que hay detrás de un medio de comunicación; otros que hablamos de una profesión fuerte que ha sobrevivido a guerras, totalitarismos y demás momentos complicados…y así. Pero podemos empezar por reactivar el periodismo de investigación (que cada vez encuentra más trabas por parte de la justicia) para disfrutar de documentales como el de H&M, donde muestra cómo se construyó el imperio de esta marca a través de la explotación del Tercer Mundo; el de Viva Zapatero, sobre Berlusconi y que podéis ver más abajo o el de “Outfoxed: La guerra de R. Murdock contra el periodismo” donde se reflejan los quehaceres de la cadena estadounidense Fox y cómo sus antiguos empleados aseguran que estaban obligados a realizar su trabajo desde un punto de vista conservador. Además, ofrece una reflexión sobre qué supone que una sola persona controle tantos medios con una ideología tan clara. Sin duda un reportaje sensacional.

El País Semanal, Nacional Geographic, La 2 y La Sexta suelen difundir documentales interesantes, pero faltan cabos por atar, como por ejemplo ¿Por qué últimamente vienen menos pateras a España? O ¿Qué hay detrás del imperio de Bill Gates? Y aquí la prensa escrita tiene una oportunidad inmejorable para enfrentarse a las nuevas tecnologías y demás medios de comunicación para evitar que se cumpla el pronóstico del profesor Meller, en su libro Vanishing Newspaper y que el consejero delegado del grupo Prisa, Juan Luis Cebrián, recordaba unos meses atrás: “No desaparecerán los periódicos, sino los lectores”.